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sábado, 30 de octubre de 2010

Dura Madre Tierra



    Me levanto a las 7 h. menos cuarto de la mañana. Aún es de noche.
Medio dormido, me preparo un café con leche y dudo entre escuchar a Alan Stivell o ver la tele. Finalmente, por pura inercia, gana la caja tonta.
Entre sorbo y sorbo, engullo las noticias planetarias que para variar no son nada alentadoras.
Aparte del monotema de la “crisis” (fruto de una macroeconomía despilfarradora, agresiva e insolidaria) y el rollo patatero de los políticos de turno, me sorprenden otros acontecimientos mundiales que se escapan del control del homo sapiens.
Entre mordisco y mordisco de magdalena, desfilan ante mis ojos, desgarradoras imágenes venidas de Indonesia. Primero llegó la inesperada y desoladora fuerza salvaje del tsunami: cientos de personas arrancadas de su lecho por gigantescas olas asesinas.
A continuación, la erupción del volcán Merapi. En la pantalla, un hombre en motocicleta atraviesa a duras penas un grueso manto de ceniza tóxica… cuerpos abrasados, viviendas arrasadas y un panorama fantasmal.
Es la cara bruta de la Madre Tierra que arremete violentamente contra inocentes humanos sin previo aviso.
Seguidamente llegan imágenes de Haití, por cierto, el país más pobre de América: el cólera segando vidas de nuevo (daños colaterales al fin y al cabo de la sacudida de la corteza terrestre).
En un instante, me aflora ese sentimiento de rabia y hasta cierto punto de nihilismo de la adolescencia: “Si Dios existe ¿Por qué carajo, permite todo esto?”.
Luego arremeto contra la Tierra como hijo que se revela: “¿Por qué tus bellezas y bondades se tornan crueles contra tus criaturas predilectas?” (haciéndose inevitable la influencia del bagaje educacional antropocentrista recibido) y no puedo evitar verla como a un niño malo que acerca un mechero a la entrada de un hormiguero para contemplar por placer como se retuercen los desprotegidos insectos entre la llama.
Finalmente, me vienen recuerdos de mi último viaje a la isla de Lanzarote… de la belleza de su paisaje volcánico, consecuencia sin duda alguna de una orogénesis violenta. Recapacito y pienso que quizás nada es gratuito… a pesar de todo.
De alguna manera, cuando Madre Tierra manifiesta su furia no hace distinciones, no otorga privilegios al homínido más evolucionado… de nada sirve la tecnología alcanzada ni los petrodolares.
Percibo ahora al Planeta como un ente vivo que late, que tiene fuerza, que también se expresa en ocasiones salvajemente con efectos secundarios indeseables… y veo al ser humano, pequeño, uno más, en igualdad de condiciones que cualquier ser vivo.
Y se me antoja injusto, prepotente y absurdo el “especismo” instaurado por el Hombre (y la Mujer). Injusto, el arrogante y despiadado aprovechamiento masivo de todas las manifestaciónes de vida animal y vegetal. Injustas las irreversibles secuelas producidas en la biodiversidad planetaria y en el propio planeta, etc.
   Sale el Sol enormemente naranja entre la niebla, haciendo sombras en la montaña. Su silueta me relaja.
Desconecto con desdén la tonta caja, acabo mi café y antes de partir hacia el trabajo, pongo por fin “Tir na Nog” de Alan Stivell…la vieja melodía de la tierra de la eterna juventud.

jueves, 7 de octubre de 2010

Liberté, Egalité et Fraternité...


    Desde temprana edad, la numismática ha sido una de mis aficiones favoritas.
Comencé a coleccionar monedas con apenas siete u ocho años. En la escuela había un niño cuyo padre trabajaba de conserje en el Parador de Turismo (antiguo castillo).
Dicho chaval, acudía a los recreos con montones de monedas extranjeras que su padre recogía del “estanque de los deseos”.
En aquel entonces, yo estaba acostumbrado a la pesetilla de rigor con águila imperial de abdomen parapetado con castillos, leones, cadenas, barras, incluyendo apetitosa granada… yugo sin bueyes pero con flechas… y todavía la omnipresente y flotante cabeza redondeada de un tal Francisco Franco Bahamonde. En divisa “golosinil” (disculpas por la palabreja), equivalía a bolsa de pipas mediana o diez caramelos pequeños o piruleta grande o deliciosa galleta rellena de chocolate.
Reconozco que estéticamente a mí la “rubia” me molaba, por aquello de ser el águila mi animal preferido -quizá por admirar su vuelo- pero lo flipaba al ir descubriendo el novedoso y variado abanico pecuniario ofertado por el hijo del conserje del castillo.
Fascinado, comencé a cambiarle mis cromos por monedas.
Yo, fantaseaba con los llamativos diseños acuñados por las diversas fábricas de moneda y timbre. ¡Existían otros idiomas!: “One dollar, one pound, um escudo d’ouro... Polska, Österreich, Republique Française… Liberté, Egalité et Fraternité…”-
   Por cierto lo de Republique Française (más tarde supe que no se pronunciaba francaise sino fransese) y lo de Liberté, Egalité et Fraternité, me cautivaba. Bueno, la verdad es que a mí Francia ya me tiraba: el exotismo de las amigas francesas de las hijas de los emigrantes que acudían en verano, con sus cabellos color oro y precoz coqueteo; el idioma elegante y enigmático; la Torre Eiffel y el Arco del Triunfo, etc.
Sí, la moneda de un franco con la emblemática escena de la mujer con gorro revolucionario lanzando semillas a un campo con sol poniente, me ponía (numismáticamente hablando)… especialmente su lema.
Aquello de Libertad, Igualdad y Fraternidad -a pesar de mis “limitadas” entendederas- me parecía muy bonito. Lo de ser libres, iguales y hermanos, sonaba perfecto.
   Posteriormente me empezaron a seducir las monedas antiguas y particularmente las romanas. Eso de palpar con mis manos un oxidado e ilegible sestercio (regateado el la Plaza de Cascorro) que sin duda alguna había palpado un ser humano dos mil años atrás, me parecía mágico. Pero eso es ya otra historia. 
   Pasaron los años.
En el fondo creo ser el mismo niño que trocaba cromos por monedas pero con funda externa de adulto… y por qué no decirlo, con cierto bagaje existencial.
¿Con Francia?... por qué negarlo, un poco defraudado. Un poco defraudado con Francia y si soy sincero, con el mundo entero (perdón por el maximalismo). Me refiero a ese mundo prepotente, derrochador, insolidario, belicista y destructor de la biodiversidad.
El éxodo forzoso de ciudadanas y ciudadanos de etnia gitana decretado por Sarkozi es la punta del Iceberg de un Occidente no tan libre, poco igual y poco fraternal.
Dirán que el lema ahora es: “Liberté, Egalité, Fraternité et Responsabilité”… pero todo es mentira… una gran mentira.

domingo, 3 de octubre de 2010

Lanzarote

   Hace no mucho, he viajado con Alán y Alba a la Isla de Lanzarote. Sin duda alguna, he de reconocer que a la hora de elegir el lugar de destino fue determinante su atractiva oferta de “material pictórico telúrico”.
Lanzarote, es una hermosísima isla volcánica llena de contrastes, donde se “masca” planeta.
En esta ocasión preferimos prescindir de las rutas turísticas habituales y perdernos por el territorio.
Todos los días hacíamos ascensiones a algunos de los numerosos y variados conos volcánicos –algunas atrevidas- donde aparte de disfrutar de su belleza, podíamos recoger muestras de lava solidificada de variadas tonalidades y texturas: el Volcán Tao, con su viento y sus campos de cultivos plateados; el Volcán Corona, con su intrépida subida y espectacular cráter; la Montaña Colorada, con sus peligrosas grietas en el camino y finísima arena color oro… y otros, que nosotros bautizamos: el Volcán Oasis, con su gigantesca palmera e higueras asilvestradas de suculento fruto, en el interior; el rojizo Volcán Luna-Roja con sus decadentes estructuras circulares de antiguos cultivos, en el fondo del cráter; el elegante y multicolor Volcán Montaña de Piedras; los asombrosos Volcanes Lengua de Lava…
Por otra parte, también fueron memorables las horas pasadas apaciblemente recogiendo cristalitos de olivino erosionados por la mar en el Golfo o en la cala de la Montaña Bermeja... cálida arena negra junto a Los Hervideros… arena dorada en El papagayo y Puerto del Carmen… tierra caliza en los acantilados de las cuevas de los guanches, etc.
Al marchar de la isla me invadió cierto sentimiento de… ¿nostalgia?... por todo lo vivido.
Ahora, de nuevo en la península, en mi taller de pintura, acaricio los cristalitos de variados tonos verdosos y acaramelados, las diversas arenas con sus suculentos tactos, las pequeñas piedras volcánicas cual asteroides en miniatura… y recuerdo los momentos, lo percibido y sentido, la insuperable compañía… y de nuevo siento el latido de la isla con los vestigios de su abrupta orogénesis, el latido de la Madre Tierra… mi propio latido.
La creatividad está servida en bandeja.
Gracias, Lanzarote.

Océano y mar de lava

Volcán Mancha Blanca

Volcán Isla

Lengua de lava gigante

Foto en ruta

Camellos y Tierra

Enrique, camellero

Camélido

Ascensión

Policromía en cráter

Flora Volcánica

Líquenes

Volcán y cultivos

Cráter Volcán Luna-Roja

Flor volcánica

Flora volcánica

Volcán Corona

Cráter Volcán Corona

Flora Volcánica

Campos de Tabayesco