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lunes, 14 de junio de 2010

Garabateando en arameo



Ya es más de medianoche.
Escucho antiguas melodías tibetanas que endulzan el paladar de los oídos, en un viejo equipo made in japan. Fuera, la montaña reposa dando cobijo a sus seres en mil recovecos de seda verde. La lluvia hace música al acariciar las tejas de mi cabaña… mi cabaña interior también habla, catapultando miradas perdidas al chasqueante universo del fuego de la chimenea. Junio recuerda otoño como preludio quizá prepotente de un deslumbrante solsticio.
Tecleo con dedos cansadamente despiertos sobre el panel de escritura de mi ordenador, con la misma torpeza que un analfabeto aprende a garabatear en arameo. Por cierto, analizo visualmente mis dedos y compruebo que son los mismos de acariciar mariposas en el jardín de infancia… pero más gruesos.
A la luz de un flexo azul, intento alargar latidos en cada frase.
Una y otra vez, solicito permiso al laberinto de palabras para poder recibir un abrazo certero de las musas pero éstas deambulan borrachas en el infinito desfile de posibilidades verbales y táctiles (por aquello del teclado)… Y un tanto masoca, navego madrugada al acecho acaso del vocablo adecuado o la alquimia del párrafo perfecto... y robo horas de mi sueño.
El murmullo del agua del canalón cesa por momentos.
Un grillo solitario, ejerce el sagrado derecho de recitar sus mejores versos, como insuperable desafío de belleza literaria y humildad… acallando mi ego:
                                     griii, griiii, griiiii
Aún así, busco anhelante ese mínimo texto que justifique este espacio y este tiempo, antes de ir a mi lecho. Sin embargo solo atino a embestir con párpados pesados, divagando lenta y precariamente sobre el grácil teclado… cual beodo de farola en brazo, garabateando con voz ronca canciones en pseudoarameo:
                                        toc-toc-toc
No obstante intuyo un claro en el cielo y abro las cortinas de la ventana.
Solemnemente, veo surgir el cuerpo desnudo de la cúpula celeste preñado de galaxias. De repente, observo como una estrella fugaz huye del útero del firmamento, surcando sutilmente su vientre. Entonces, mi musa preferida, me concede un apasionado beso y creo encontrar en sus labios el mensaje preciso.
Dejo de escribir. Sencillamente, susurro en el pecho:
                                Mère Terre, je t’aime...
…Madre Tierra, te amo.
Y de paso pido un deseo.

*Photo by Antòniu:
"Lúa na montanha"

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