Hace unos días decidí hacer una ruta por la Montaña.
Empecé a ascender y poco a poco me fui sumergiendo en el
mundo de las alturas.
Allí, de nuevo me reencontré con la Primavera que parece no resignarse a marchar y huye hacia lo más alto…
Mientras en el valle las flores
van dando paso a las semillas, en aquel lugar, parecía haberse paralizado el tiempo: un
mar amarillo de piornos en flor, tomillo en plena efervescencia, abejas
cargadas de polen… y al fondo, en lo más alto, los picos con nieve aún (pues al Invierno también le cuesta escapar).
En poco espacio, amparado en la
diferencia de altitud, pude sentir tres estaciones. Tan solo pude echar en falta al Otoño.
Hoy, recordando, me surge una palabra: !Veraprimavierno¡... al fin y al cabo todo avanza, pero todo enlaza y deja huella.
Hoy, recordando, me surge una palabra: !Veraprimavierno¡... al fin y al cabo todo avanza, pero todo enlaza y deja huella.
Sentado en un picacho de granito, observaba a mi alrededor saboreando las delicias de este planeta. Me sentía como si
acabara de llegar a él … de pura belleza. Y me acordé, de las palabras, del
principito, cuando llegó al planeta Tierra desde su asteroide B612 y subió a
una alta montaña: “D’une montagne haute comme celle-ci, se dit-il donc,
j’apercevrai d’un coup tous les hommes…”
Mais il n’aperçut rien que des aiguilles de roc bien aguisées. (“Le
petit prince”. cap XIX)
Me costaba encontrar el
momento y el impulso para descender de
nuevo.
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