Voy al encuentro del padre Sol antes de que se oculte en el
horizonte, como amante que va al encuentro de la amada con el deseo en el cuerpo y en el
pecho de acoger cálidos abrazos y besos. Y en efecto, sentado en medio de la hermandad del
bosque, mientras recibo su reconfortante abrazo de luz y calor; lo
siento como alguien que me ama profunda e incondicionalmente... sin pedir
nada a cambio, sin cuestionar nada, siempre ahí, todos los
días del año... durante todos los días
de mi existencia.
Y lo percibo, como agua en el desierto que aplaca la sed... la sed de luz del corazón, la sed de camino apacible para la propia esencia.
Palpo los pétalos naranjas del Sol cada atardecer y saboreo el dulce elixir que emana de sus pistilos... como alimento sagrado. Y acaricio las páginas del libro de su presencia, maestras garantes del significado de mi presencia.
En la presencia de todo, en la presencia de todos.
Y lo percibo, como agua en el desierto que aplaca la sed... la sed de luz del corazón, la sed de camino apacible para la propia esencia.
Palpo los pétalos naranjas del Sol cada atardecer y saboreo el dulce elixir que emana de sus pistilos... como alimento sagrado. Y acaricio las páginas del libro de su presencia, maestras garantes del significado de mi presencia.
En la presencia de todo, en la presencia de todos.
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