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jueves, 5 de agosto de 2010

¿Toros?... No, gracias

   Una vez, hace bastantes años, observé de cerca los ojos de un toro agonizante en una plaza de un pueblo… con el escandaloso charco de sangre de rigor alrededor. La mirada del animal no mentía: ¡Expresaba una tristeza desgarradora! (los toros también sienten). Desde entonces lo vi muy claro.
Hoy por hoy observo profundamente decepcionado que nada ha cambiado. No importa el patrón o la patrona en cuestión... el caso es buscar la excusa para la orgía de sangre y brutalidad. ¿No es posible desmadrarse, sin más?
Y sí, me merecen respeto aquellas personas que por motivos de tradición, cultura, etc. aman la tauromaquia pero mucho más respeto y consideración me merece el toro que al fin y al cabo es criado para finalmente ser torturado cruelmente y asesinado... por puro divertimento del personal. Eso es lo que hay.
Se puede dorar la píldora recalcitrantemente con alusiones y metáforas que pueden ir desde el Minotauro de Creta hasta Picasso, pasando por razones históricas, económicas o de identidad pero se mire como se mire cualquier “festejo” taurino (cualquiera, sin exclusión) es un acto de barbarie injustificable e injusto.
¿Libertad para los que desean corridas de toros? Si fuera con figuras de cartón… ¡por supuesto! ¿Qué hay de la libertad y la dignidad de los astados?
¿Sensiblería?... Pónganse en su pellejo.
¿Que la adrenalina de la “lidia” les inhibe del dolor?... improbable. En todo caso… ¿justificar también el padecimiento mermado por la hipersecreción adrenalínica fruto del pánico a la batalla, de un chaval (reclutado si cabe involuntariamente) con metralla en el pecho? ¿justificar de paso la absurda práctica, legalmente institucionalizada, de la guerra? Las comparaciones no siempre son odiosas... pongamos agresividad en la cotidianidad y la agresividad a gran escala está servida en bandeja.
Es preciso avanzar: No a la lucha de gladiadores, no al esclavismo, igualdad de sexo, no a la discriminación racial, justicia social... abolición de la tortura animal… y ya puestos, abolición de la guerra y defensa planetaria. Por encima de estéticas y “concepciones artísticas” (?).
A saber, todos los seres vivos somos iguales, somos hijos de la Madre Tierra... bóvidos y homo sapiens incluidos… por mucho que nos queramos mirar el ombligo.
Y, en efecto es comprensible que un indio Yanomami o un Inuit cace… lo mismo que hace el león, el lobo o la nutria. Eso es supervivencia.
Otro día, podremos hablar de las virtudes del vegetarianismo.

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