Etiquetas

jueves, 7 de octubre de 2010

Liberté, Egalité et Fraternité...


    Desde temprana edad, la numismática ha sido una de mis aficiones favoritas.
Comencé a coleccionar monedas con apenas siete u ocho años. En la escuela había un niño cuyo padre trabajaba de conserje en el Parador de Turismo (antiguo castillo).
Dicho chaval, acudía a los recreos con montones de monedas extranjeras que su padre recogía del “estanque de los deseos”.
En aquel entonces, yo estaba acostumbrado a la pesetilla de rigor con águila imperial de abdomen parapetado con castillos, leones, cadenas, barras, incluyendo apetitosa granada… yugo sin bueyes pero con flechas… y todavía la omnipresente y flotante cabeza redondeada de un tal Francisco Franco Bahamonde. En divisa “golosinil” (disculpas por la palabreja), equivalía a bolsa de pipas mediana o diez caramelos pequeños o piruleta grande o deliciosa galleta rellena de chocolate.
Reconozco que estéticamente a mí la “rubia” me molaba, por aquello de ser el águila mi animal preferido -quizá por admirar su vuelo- pero lo flipaba al ir descubriendo el novedoso y variado abanico pecuniario ofertado por el hijo del conserje del castillo.
Fascinado, comencé a cambiarle mis cromos por monedas.
Yo, fantaseaba con los llamativos diseños acuñados por las diversas fábricas de moneda y timbre. ¡Existían otros idiomas!: “One dollar, one pound, um escudo d’ouro... Polska, Österreich, Republique Française… Liberté, Egalité et Fraternité…”-
   Por cierto lo de Republique Française (más tarde supe que no se pronunciaba francaise sino fransese) y lo de Liberté, Egalité et Fraternité, me cautivaba. Bueno, la verdad es que a mí Francia ya me tiraba: el exotismo de las amigas francesas de las hijas de los emigrantes que acudían en verano, con sus cabellos color oro y precoz coqueteo; el idioma elegante y enigmático; la Torre Eiffel y el Arco del Triunfo, etc.
Sí, la moneda de un franco con la emblemática escena de la mujer con gorro revolucionario lanzando semillas a un campo con sol poniente, me ponía (numismáticamente hablando)… especialmente su lema.
Aquello de Libertad, Igualdad y Fraternidad -a pesar de mis “limitadas” entendederas- me parecía muy bonito. Lo de ser libres, iguales y hermanos, sonaba perfecto.
   Posteriormente me empezaron a seducir las monedas antiguas y particularmente las romanas. Eso de palpar con mis manos un oxidado e ilegible sestercio (regateado el la Plaza de Cascorro) que sin duda alguna había palpado un ser humano dos mil años atrás, me parecía mágico. Pero eso es ya otra historia. 
   Pasaron los años.
En el fondo creo ser el mismo niño que trocaba cromos por monedas pero con funda externa de adulto… y por qué no decirlo, con cierto bagaje existencial.
¿Con Francia?... por qué negarlo, un poco defraudado. Un poco defraudado con Francia y si soy sincero, con el mundo entero (perdón por el maximalismo). Me refiero a ese mundo prepotente, derrochador, insolidario, belicista y destructor de la biodiversidad.
El éxodo forzoso de ciudadanas y ciudadanos de etnia gitana decretado por Sarkozi es la punta del Iceberg de un Occidente no tan libre, poco igual y poco fraternal.
Dirán que el lema ahora es: “Liberté, Egalité, Fraternité et Responsabilité”… pero todo es mentira… una gran mentira.

No hay comentarios:

Publicar un comentario