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sábado, 5 de febrero de 2011

Atardecer y vida...


   Ayer, al atardecer, fui a dar un garbeo a las inmediaciones de un lago cercano. El Sol poniente impregnaba a todo de una alucinante luz anaranjada. Una explosión de vida se abría ante mí: miles de espectaculares grullas llegando en oleadas para pernoctar, cientos de patos salvajes, avefrías, gaviotas, cigüeñas, liebres gigantes orejudas… y en las aguas, multitud de peces haciendo filigranas al saltar.
Me paré a pensar en un instante y me dí cuenta de que a pesar de lo idílico del momento, en realidad, todas las criaturas huían de mí… !Miedo al homo sapiens¡. Intenté, entonces ir muy sigilosamente ocultándome entre los árboles pero el Sol a punto de esconderse me delataba a cada paso con mi sombra kilométrica en movimiento. Cuando el Sol se hubo ocultado totalmente, un conmovedor hervidero de grullas bullía a mi alrededor pero todas las bandadas que llegaban en cuanto presentían mi presencia desde lejos… cambiaban su vuelo para esquivarme.
Probé tumbado inmóvil en el suelo intentando mimetizarme entre la incipiente obscuridad y aún así me eludían.
Yo quería sentirme uno más, pasar desapercibido, integrarme… pero algo fallaba, de base. Al final, una franja rojiza en el horizonte, el primer lucero y un hilito de Luna creciente… nos igualaba a todos.
Fue una buena tarde.



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